miércoles, 27 de enero de 2016

Caí-Fine (en algún tiempo)


El presente texto manifiesta una crítica acerca de la banda Caifanes, entiéndase como un punto de vista en este mar de opiniones, ya que mucho se habla de esto en los medios de comunicación masivos pero poco se entiende y/o reflexiona. Se le invita a si mismo al lector a contribuir con el pensamiento propio de lo que se asimila como hecho.

¿Será puro teatro?
Caifanes es una mítica banda de rock mexicano que surge a mediados de los 80’s en el auge más explosivo que pudo tenerse en este género musical en nuestro país. Arrastrados por las olas del llamado “Rock en tu Idioma” la banda logro colgarse en innumerables mentes y corazones de espectadores que no sabían de donde provenían tan singular sonido, ya que algunos al inicio vieron una banda más de rock de momento, otros vieron una copia versión 2 de The Cure, otros menos vieron una fuente que podría emanar cantidades considerables de dinero y muchos, pero muchos más vieron unos músicos singulares que en escena preparaban más que un concierto, casi, casi un ritual para los dioses ocultos…

La banda pasó un antes y un después, ya que muchos sabrán que el guitarrista Alejandro Marcovich no estuvo presente en la primera producción discográfica (El Disco Negro o Volumen I, 1988), si no que hizo presencia a partir del segundo disco (El Diablito o Volumen II, 1990), podemos darnos cuenta en los arreglos musicales que la banda sufrió a partir de tal suceso. Mucho se dice de la entrada del guitarrista argentino/ruso a la banda, que si bien, dio matices que fueron más allá de los que estaban hechos como agrupación, porque como todos sabemos, fue a partir de ahí que se dejaron venir a nuestras colecciones las producciones de El Silencio (1992) y El Nervio del Volcán (1994). Cada disco con su sonido singular, con algo que decir al oyente, con un misticismo entre las garras que no dejaba escapar una gota de imperfección al momento de la interpretación, con una potencia astral, un mural de lo que es nuestra situación como país.

Esos ayeres
No cabe duda que fue decisivo para el rock mexicano el momento que el cineasta Carlos Marcovich unió los lazos de amistad de Saúl Hernández, su hermano Alejandro Marcovich y Alfonso André.

Pero, después de la última producción la banda pasaba una mala racha entre los integrantes, ya habían tenido la deleción doble con el bajista Sabo Romo y el tecladista Diego Herrera, ni hablar de la relación que se tenía entre el vocalista y el guitarrista que nada ayudaba al futuro de la banda. Muchos episodios pueden ser contados por el público que en escena de a mediados de los 90’s pudieron acontecer en las presentaciones; se habla de burlas, de golpes, de sentimientos que se expresaban con la vil crudeza del desprecio… pero hasta en las mejores familias hay problemas.

La bomba era de tiempo, y sucedió lo que tenía que suceder, una desintegración grupal y una herida muy profunda que distanciaba el diálogo entre las cabezas principales de la banda, Saúl y Alejandro. Después del tan lamentable suceso hay una metamorfosis, un tanto radical que se le ocurre a Hernández para realizar, es decir, decide evolucionar de Caifanes a Jaguares, teniendo participaciones como la de su fiel compañero Alfonso André, una muy notoria del guitarrista César López “El Vampiro”, y en algunas ocasiones, sus ex compañeros Romo y Herrera. Hay una cierta población rockera que habla de un experimento bastante interesante y de muy buen sentido acerca de la creación de Jaguares, pero hay otra que de plano los tachó de farsantes musicales y que el fenómeno de Caifanes debían dejarlo inmutable. En mi opinión Jaguares tuvo muchas producciones, tanto en estudio como en las presentaciones, que son dignas de buenos elogios, porque logró trascender más allá a rincones (a veces buenos, a veces malos) que no lograron tocar como Caifanes; para bien o para mal la evolución musical siempre debe de ser analizaba para encontrarle un fin.                            Distintos fueron los motivos que acontecieron dentro y fuera de la banda para que esta encontrara otra vez  su desintegración, no sin antes colgar distintos cantos que la banda optó por convertirlos en himnos, canciones como Dime Jaguar, Las Ratas no Tienen Alas, Fin, Hay Amores que Matan, La Vida no es Igual entre muchas otras que de seguro el lector puede nombrar fueron sellos que marcaron a más de una generación en México.


En el proceso de búsqueda interna que cada caifán decidió optar, se dio la oportunidad de la producción musical propia, cada quien por su lado. Todos en algún momento contribuyeron con artistas o bandas que no necesariamente tocaban música rock, pero entiéndase que tenían aquella libertad para experimentar con sonidos que en el fondo de su ser tenían guardados.

Sabemos bien que cada integrante tenía una participación muy  concreta que en conjunto hacían la leyenda de Caifanes. Saúl con la psicodelia y la grandeza de sus letras y voz, Alejandro con el misticismo intercultural de su guitarra, Alfonso con los increíbles episodios rítmicos que a más de uno le hierve la sangre al escucharlo, Sabo con la increíble precisión de ejecución (muy singular por cierto) del bajo, y el apacible y atrevido sonido del teclado y Sax de Diego, ahhh…  la utopía musical conquistada.

Caifanes era más que un órgano, o sistema, era un ser que muy pocas veces sale en escena humana.



Pero bueno, cada integrante decide (en algún momento) hacer una producción musical como solista, a veces con las intervenciones de sus ex compañeros caifanescos. Mucho y poco (valga la redundancia) se habla de tales discos, porque la verdad nos dejaron mucho de qué hablar a nosotros sus seguidores enajenados.

Por ejemplo, para ser sincero las distintas producciones y contribuciones que el bajista Sabo Romo realizó con diferentes figuras musicales del espectáculo no dieron la talla para enmarcar la gran silueta que dejó en sus antiguas agrupaciones, como por ejemplo la de Taxi. Muy triste fue ver caer a nuestro gran héroe en las garras del pop comercial,  ni hablar de que él era el ejecutante principal de rolas como Metamorfeame… snif, snif.

Saúl no se queda atrás con estas observaciones, ya que (no sé si soy yo y mal análisis musical) pero en sus producciones como solista emana una monotonía musical, como se puede apreciar en el disco de 45 que sacó como Jaguares. Los dos discos que el Caifan mayor saco al mercado se presta para apreciar distintos vacíos musicales, como dije anteriormente, nadie le discute su letra o su voz, pero en cuestión de los arreglos y direcciones musicales no es muy bueno como tal. Pero empeñados en seguir que la mata crezca compramos los discos… snif, snif.

Alfonso experimento con lo que en su alma le dictaba, nadie le discute que los sonidos que produjo son de calidad, pero para mi en lo particular, perdió toda esencia rockera o digna de admirar que como Caifan o Jaguar tenía. Lo mismo que digo en el final del personaje anterior… snif, snif.

Las contribuciones que el guitarrista de Latinoamérica realizó con diversos artistas y bandas no fueron muy sonadas o a veces ignoradas, pero en cuestión de las producciones escenográficas que el ex caifán guitarro preparaba, así como también sus clínicas fueron muy aplaudidas y bien recibidas por el público que siempre le guarda un aprecio por lo que en algún momento el realizó. Pero en serio, y lamento ser tan crudo, no se qué rayos paso con Dios al momento de dotarlo de su talento musical que lo dejó muy desproporcionado, ya que, nos podemos dar cuenta de esto en sus dos últimos discos en la letra y el canto, a mí al escuchar las canciones me dieron un vuelco muy gacho dentro de mis entrañas al apreciarlas, de verdad que en su último disco se ve que lo suyo, lo suyo no es la cantada ni la composición (no aplica para las letras que hizo en sus antigua bandas como Caifanes y las Insólitas) lírica. Pero, pero en rolas que son más instrumentales son más digeribles y muy particulares, se ve muy bien la madera con la que están hechas sus notas al momento de ejecutar su instrumento, muy aplaudible por cierto en ese aspecto.

Aquí voy a exponer algo que es muy radical a comparación de lo antes escrito. Diego Herrera no fallo en lo más mínimo al producir su música, que a pesar de que él siempre fue el más diablo de la banda (como se puede apreciar en las anécdotas de cada caifan narradas por Xavier Velasco en el libro “Una Banda Nombrada Caifanes”) sus disco demuestra todo lo contrario. Una música calma que emana un contacto astral que va más allá de lo que hemos estado acostumbrados a escuchar es el resultado del trabajo e imaginación de nuestro querido Diego. Plasma paisajes en cada canción, conquista mundos mentales por cada segundo, el caifan no se equivocó al parir estos sonidos. Estoy seguro que si el lector no conoce “Música en Silencio”, cuando llegue el momento del encuentro quedará abolido por tales sonidos. Pero tengo algo que decirle al autor de ese disco, que mala onda que a nosotros su pueblo nos dejó el difícil acceso a su material físico, pero bueno, nos tenemos que conformar con lo que el maestro nos dejó en el yutu.


México aconteció un regreso que hizo temblar con todo su esplendor. Desde los rincones más bajos, más altos, más antiguos y más nuevos se dejaba escapar el rumor de que Caifanes la leyenda iba revivir de las cenizas del recuerdo. A más de uno le pareció esto un reto para la banda, las dudas se dejaban venir y se hablaba de una incertidumbre mortal. ¿Sera que la magia estaría presente en el escenario?, ¿será que esto es un sueño o una pesadilla?, ¿Será por eso que no me dejan salir?                                                                                                                                                                             Sin más, ni menos el escenario principal del Vive Latino 2011 fue el lugar donde todo sucedió, las taquillas se excedieron, los corazones no aguantaban, los ojos eran incontables, el frío era patético enfrente de tal página del rock mexicano. Como si fuera una mentira el teclado de Diego hizo una danza entre los oídos del auditorio, los conocedores ya sabían de qué se trataba, los iniciados no podían entender lo que sucedía, y nosotros los pobres veíamos impotentes en nuestros televisores y monitores el ritual. No se sabía si eran cañones, piedras que llovían o la batería de Alfonso la que hacia presencia y esencia en aquel momento, ni  hablar del momento mágico en que el bajo de Sabo y la guitarra de Alejandro se enfrentaron en un sangriento combate para dar la flor vocal que Saúl parió al pronunciar:

Desde aquel día me trajeron para acá,
Será porque no me dejaba rasurar
Ya no me habla ni siquiera las hormigas,
Dice, que cuando duermo estoy mucho mejor…

Desconozco el tiempo y el número total de canciones que ese día se aullaron por parte de toda la banda en aquel momento tan memorable, pero no dudo que hayan sido las insuficientes para calmar lo que por mucho tiempo se quemaba en los corazones de miles de seguidores que como yo, esperaban tal suceso. A partir de ahí se vino una gira por todo el país y sus alrededores, ojala y la banda que acontecieron los conciertos se pusiera las pilas y escribieran cada quien su experiencia, sería un texto muy interesante. Pero como se había pronosticado, el amor entre los personajes principales no duro para mucho y la detestable indiferencia hizo acto de presencia en la agrupación. De nuevo, como ya antes había ocurrido, el guitarrista Alejandro Marcovich anunciaba su salida de la leyenda, por razones como la de su propia salud y la marcada disputa que el sostenía con los diferentes integrantes de la agrupación. Cabe mencionar que el grupo no se iba a dejar declinar por tal decisión del guitarrista y decidieron continuar cabalgando en ese andar rockero. Para bien o para mal, el guitarrista Rodrigo Baills se anexó rápidamente a la banda para sustituir (cosa que no logro hacer) el sonido tan marcado y necesario del instrumento de Marcovich.


Con el susodicho
A finales del año pasado Alejandro saco a la luz un libro titulado “Vida y Música de Alejandro Marcovich” que está disponible en el mercado literario y tuve la oportunidad de adquirirlo y apreciarlo en su totalidad. Los sucesos vivenciales y existenciales que en él se manifiestan de seguro estarán al interés de los seguidores de la banda. El libro se puede considerar como una antítesis muy necesaria que el guitarrista expuso, algo que se amamanto del silencio no pudo exponerse de mejor manera. El libro es polémico de naturaleza, e interesante si se le quiere ver de esa forma, pero recordemos que “hay que tener la mente abierta, pero no tanto como para que se nos caiga el cerebro al suelo” (como diría Richard Feynman).

Amorcito corazón
Hace ya tiempo se habló de que Caifanes estaba trabajando en una nueva producción discográfica, cabe resaltar, que el guitarrista de Latinoamérica no será participe del trabajo, debido a los conflictos existentes. ¿Qué pasará en este episodio?, ¿la monotonía de Saúl?, ¿El pop de Sabo?, ¿el camuflaje rítmico de Alfonso? o ¿la inexistente acidez musical de Diego? Ahhh… ojala esto estuviera escrito en la biblia para no despertar cada día en la madrugada preguntándome cómo rayos será ese nuevo sonido. Ojala y el viento sople en otra dirección y los cuatro Caifanes se den cuenta de la necesidad musical que la banda necesita para impulsar su sonido trascendental que se encuentra en la unión de los 5, de los que en algún momento fueron Gatos Pardos y no piezas musicales de la endemoniada industria mercadotecnia.

Como dijera Rodrigo González: ¿Por qué no dejan los dioses de pensar sólo en sí mismos, sin importarles que el mundo se pierda entre mil abismos?



*Las imágenes presentadas no son propiedad del autor, se rescataron de diferentes páginas de internet con el fin de la divulgación gráfica en el presente texto.