Caí-Fine (en algún tiempo)
El presente texto manifiesta una crítica
acerca de la banda Caifanes, entiéndase como un punto de vista en este mar de
opiniones, ya que mucho se habla de esto en los medios de comunicación masivos
pero poco se entiende y/o reflexiona. Se le invita a si mismo al lector a
contribuir con el pensamiento propio de lo que se asimila como hecho.
¿Será puro teatro? |
Caifanes es una mítica banda de
rock mexicano que surge a mediados de los 80’s en el auge más explosivo que
pudo tenerse en este género musical en nuestro país. Arrastrados por las olas
del llamado “Rock en tu Idioma” la banda logro colgarse en innumerables mentes
y corazones de espectadores que no sabían de donde provenían tan singular
sonido, ya que algunos al inicio vieron una banda más de rock de momento, otros
vieron una copia versión 2 de The Cure, otros menos vieron una fuente que
podría emanar cantidades considerables de dinero y muchos, pero muchos más
vieron unos músicos singulares que en escena preparaban más que un concierto,
casi, casi un ritual para los dioses ocultos…
La banda pasó un antes y un
después, ya que muchos sabrán que el guitarrista Alejandro Marcovich no estuvo
presente en la primera producción discográfica (El Disco Negro o Volumen I,
1988), si no que hizo presencia a partir del segundo disco (El Diablito o
Volumen II, 1990), podemos darnos cuenta en los arreglos musicales que la banda
sufrió a partir de tal suceso. Mucho se dice de la entrada del guitarrista
argentino/ruso a la banda, que si bien, dio matices que fueron más allá de los
que estaban hechos como agrupación, porque como todos sabemos, fue a partir de
ahí que se dejaron venir a nuestras colecciones las producciones de El Silencio
(1992) y El Nervio del Volcán (1994). Cada disco con su sonido singular, con
algo que decir al oyente, con un misticismo entre las garras que no dejaba
escapar una gota de imperfección al momento de la interpretación, con una
potencia astral, un mural de lo que es nuestra situación como país.
Esos ayeres |
No cabe duda que fue decisivo
para el rock mexicano el momento que el cineasta Carlos Marcovich unió los
lazos de amistad de Saúl Hernández, su hermano Alejandro Marcovich y Alfonso
André.
Pero, después de la última
producción la banda pasaba una mala racha entre los integrantes, ya habían
tenido la deleción doble con el bajista Sabo Romo y el tecladista Diego
Herrera, ni hablar de la relación que se tenía entre el vocalista y el
guitarrista que nada ayudaba al futuro de la banda. Muchos episodios pueden ser
contados por el público que en escena de a mediados de los 90’s pudieron
acontecer en las presentaciones; se habla de burlas, de golpes, de sentimientos
que se expresaban con la vil crudeza del desprecio… pero hasta en las mejores
familias hay problemas.
La bomba era de tiempo,
y sucedió lo que tenía que suceder, una desintegración grupal y una herida muy
profunda que distanciaba el diálogo entre las cabezas principales de la banda,
Saúl y Alejandro. Después del tan lamentable suceso hay una metamorfosis, un
tanto radical que se le ocurre a Hernández para realizar, es decir, decide
evolucionar de Caifanes a Jaguares, teniendo participaciones como la de su fiel
compañero Alfonso André, una muy notoria del guitarrista César López “El
Vampiro”, y en algunas ocasiones, sus ex compañeros Romo y Herrera. Hay una
cierta población rockera que habla de un experimento bastante interesante y de
muy buen sentido acerca de la creación de Jaguares, pero hay otra que de plano
los tachó de farsantes musicales y que el fenómeno de Caifanes debían dejarlo
inmutable. En mi opinión Jaguares tuvo muchas producciones, tanto en estudio
como en las presentaciones, que son dignas de buenos elogios, porque logró trascender más allá a rincones (a veces buenos, a veces malos) que no lograron
tocar como Caifanes; para bien o para mal la evolución musical siempre debe de
ser analizaba para encontrarle un fin. Distintos fueron los motivos que acontecieron dentro y fuera de la banda
para que esta encontrara otra vez su
desintegración, no sin antes colgar distintos cantos que la banda optó por
convertirlos en himnos, canciones como Dime Jaguar, Las Ratas no Tienen Alas,
Fin, Hay Amores que Matan, La Vida no es Igual entre muchas otras que de seguro
el lector puede nombrar fueron sellos que marcaron a más de una generación en
México.
En el proceso de
búsqueda interna que cada caifán decidió optar, se dio la oportunidad de la
producción musical propia, cada quien por su lado. Todos en algún momento
contribuyeron con artistas o bandas que no necesariamente tocaban música rock,
pero entiéndase que tenían aquella libertad para experimentar con sonidos que
en el fondo de su ser tenían guardados.
Sabemos bien que
cada integrante tenía una participación muy
concreta que en conjunto hacían la leyenda de Caifanes. Saúl con la
psicodelia y la grandeza de sus letras y voz, Alejandro con el misticismo
intercultural de su guitarra, Alfonso con los increíbles episodios rítmicos que
a más de uno le hierve la sangre al escucharlo, Sabo con la increíble precisión
de ejecución (muy singular por cierto) del bajo, y el apacible y atrevido
sonido del teclado y Sax de Diego, ahhh…
la utopía musical conquistada.
Pero bueno, cada
integrante decide (en algún momento) hacer una producción musical como solista,
a veces con las intervenciones de sus ex compañeros caifanescos. Mucho y poco
(valga la redundancia) se habla de tales discos, porque la verdad nos dejaron
mucho de qué hablar a nosotros sus seguidores enajenados.
Por ejemplo, para
ser sincero las distintas producciones y contribuciones que el bajista Sabo
Romo realizó con diferentes figuras musicales del espectáculo no dieron la
talla para enmarcar la gran silueta que dejó en sus antiguas agrupaciones, como
por ejemplo la de Taxi. Muy triste fue ver caer a nuestro gran héroe en las
garras del pop comercial, ni hablar de
que él era el ejecutante principal de rolas como Metamorfeame… snif, snif.
Saúl no se queda
atrás con estas observaciones, ya que (no sé si soy yo y mal análisis musical)
pero en sus producciones como solista emana una monotonía musical, como se
puede apreciar en el disco de 45 que sacó como Jaguares. Los dos discos que el
Caifan mayor saco al mercado se presta para apreciar distintos vacíos
musicales, como dije anteriormente, nadie le discute su letra o su voz, pero en
cuestión de los arreglos y direcciones musicales no es muy bueno como tal. Pero
empeñados en seguir que la mata crezca compramos los discos… snif, snif.
Alfonso experimento
con lo que en su alma le dictaba, nadie le discute que los sonidos que produjo
son de calidad, pero para mi en lo particular, perdió toda esencia rockera o
digna de admirar que como Caifan o Jaguar tenía. Lo mismo que digo en el final
del personaje anterior… snif, snif.
Las contribuciones que el guitarrista de Latinoamérica realizó con diversos artistas y bandas no fueron muy sonadas o a veces ignoradas, pero en cuestión de las producciones escenográficas que el ex caifán guitarro preparaba, así como también sus clínicas fueron muy aplaudidas y bien recibidas por el público que siempre le guarda un aprecio por lo que en algún momento el realizó. Pero en serio, y lamento ser tan crudo, no se qué rayos paso con Dios al momento de dotarlo de su talento musical que lo dejó muy desproporcionado, ya que, nos podemos dar cuenta de esto en sus dos últimos discos en la letra y el canto, a mí al escuchar las canciones me dieron un vuelco muy gacho dentro de mis entrañas al apreciarlas, de verdad que en su último disco se ve que lo suyo, lo suyo no es la cantada ni la composición (no aplica para las letras que hizo en sus antigua bandas como Caifanes y las Insólitas) lírica. Pero, pero en rolas que son más instrumentales son más digeribles y muy particulares, se ve muy bien la madera con la que están hechas sus notas al momento de ejecutar su instrumento, muy aplaudible por cierto en ese aspecto.
Aquí voy a exponer
algo que es muy radical a comparación de lo antes escrito. Diego Herrera no
fallo en lo más mínimo al producir su música, que a pesar de que él siempre fue
el más diablo de la banda (como se puede apreciar en las anécdotas de cada
caifan narradas por Xavier Velasco en el libro “Una Banda Nombrada Caifanes”)
sus disco demuestra todo lo contrario. Una música calma que emana un contacto
astral que va más allá de lo que hemos estado acostumbrados a escuchar es el
resultado del trabajo e imaginación de nuestro querido Diego. Plasma paisajes
en cada canción, conquista mundos mentales por cada segundo, el caifan no se
equivocó al parir estos sonidos. Estoy seguro que si el lector no conoce
“Música en Silencio”, cuando llegue el momento del encuentro quedará abolido
por tales sonidos. Pero tengo algo que decirle al autor de ese disco, que mala
onda que a nosotros su pueblo nos dejó el difícil acceso a su material físico,
pero bueno, nos tenemos que conformar con lo que el maestro nos dejó en el yutu.
México aconteció un
regreso que hizo temblar con todo su esplendor. Desde los rincones más bajos,
más altos, más antiguos y más nuevos se dejaba escapar el rumor de que Caifanes
la leyenda iba revivir de las cenizas del recuerdo. A más de uno le pareció
esto un reto para la banda, las dudas se dejaban venir y se hablaba de una
incertidumbre mortal. ¿Sera que la magia estaría presente en el escenario?,
¿será que esto es un sueño o una pesadilla?, ¿Será por eso que no me dejan
salir? Sin más, ni menos el escenario principal del Vive Latino 2011 fue el
lugar donde todo sucedió, las taquillas se excedieron, los corazones no
aguantaban, los ojos eran incontables, el frío era patético enfrente de tal página
del rock mexicano. Como si fuera una mentira el teclado de Diego hizo una danza
entre los oídos del auditorio, los conocedores ya sabían de qué se trataba, los
iniciados no podían entender lo que sucedía, y nosotros
los pobres veíamos impotentes en nuestros televisores y monitores el ritual. No
se sabía si eran cañones, piedras que llovían o la batería de Alfonso la que hacia
presencia y esencia en aquel momento, ni
hablar del momento mágico en que el bajo de Sabo y la guitarra de
Alejandro se enfrentaron en un sangriento combate para dar la flor vocal que
Saúl parió al pronunciar:
Desde
aquel día me trajeron para acá,
Será
porque no me dejaba rasurar
Ya
no me habla ni siquiera las hormigas,
Dice,
que cuando duermo estoy mucho mejor…
Desconozco el tiempo
y el número total de canciones que ese día se aullaron por parte de toda la
banda en aquel momento tan memorable, pero no dudo que hayan sido las
insuficientes para calmar lo que por mucho tiempo se quemaba en los corazones
de miles de seguidores que como yo, esperaban tal suceso. A partir de ahí se
vino una gira por todo el país y sus alrededores, ojala y la banda que acontecieron
los conciertos se pusiera las pilas y escribieran cada quien su experiencia,
sería un texto muy interesante. Pero como se había pronosticado, el amor entre
los personajes principales no duro para mucho y la detestable indiferencia hizo
acto de presencia en la agrupación. De nuevo, como ya antes había ocurrido, el
guitarrista Alejandro Marcovich anunciaba su salida de la leyenda, por razones
como la de su propia salud y la marcada disputa que el sostenía con los
diferentes integrantes de la agrupación. Cabe mencionar que el grupo no se iba
a dejar declinar por tal decisión del guitarrista y decidieron continuar
cabalgando en ese andar rockero. Para bien o para mal, el guitarrista Rodrigo
Baills se anexó rápidamente a la banda para sustituir (cosa que no logro hacer)
el sonido tan marcado y necesario del instrumento de Marcovich.
A finales del año
pasado Alejandro saco a la luz un libro titulado “Vida y Música de Alejandro
Marcovich” que está disponible en el mercado literario y tuve la oportunidad de
adquirirlo y apreciarlo en su totalidad. Los sucesos vivenciales y
existenciales que en él se manifiestan de seguro estarán al interés de los
seguidores de la banda. El libro se puede considerar como una antítesis muy
necesaria que el guitarrista expuso, algo que se amamanto del silencio no pudo
exponerse de mejor manera. El libro es polémico de naturaleza, e interesante si
se le quiere ver de esa forma, pero recordemos que “hay que tener la mente
abierta, pero no tanto como para que se nos caiga el cerebro al suelo” (como diría
Richard
Feynman).
Con el susodicho |
Amorcito corazón |
Hace ya tiempo se
habló de que Caifanes estaba trabajando en una nueva producción discográfica,
cabe resaltar, que el guitarrista de Latinoamérica no será participe del
trabajo, debido a los conflictos existentes. ¿Qué pasará en este episodio?, ¿la
monotonía de Saúl?, ¿El pop de Sabo?, ¿el camuflaje rítmico de Alfonso? o ¿la
inexistente acidez musical de Diego? Ahhh… ojala esto estuviera escrito en la biblia para no despertar cada día en la madrugada preguntándome cómo rayos será
ese nuevo sonido. Ojala y el viento sople en otra dirección y los cuatro
Caifanes se den cuenta de la necesidad musical que la banda necesita para
impulsar su sonido trascendental que se encuentra en la unión de los 5, de los
que en algún momento fueron Gatos Pardos y no piezas musicales de la
endemoniada industria mercadotecnia.
Como dijera Rodrigo González: ¿Por qué no dejan los dioses de pensar sólo en sí mismos, sin
importarles que el mundo se pierda entre mil abismos?
*Las imágenes presentadas no son propiedad del autor, se rescataron de diferentes páginas de internet con el fin de la divulgación gráfica en el presente texto.